A mis catorce años
me adentré en un nuevo mundo
y me perdí
en las sombras y las luces
de los ojos de las niñas,
de sus sueños que me sonreían
desde el otro lado de la calle,
que me llevaron a nadar en un mar
de angustias y dichas,
de placeres hasta ese momento inimaginables.
No sabía
que esas niñas de dulce sonrisa
serían en el transcurso de mi vida
la razón de mis deseos y desventuras,
las mujeres que me harían vivir
el cielo y el infierno
en un mismo instante, que serían
los sueños de los que están hechas mis palabras.