Venías de ese lugar
en
donde el cielo y la tierra
son
uno solo,
donde
el sol es más sol
y
la vida late
maravillada
por la belleza
de
sus tierras.
Llegaste
a mí
con la certeza que da lo inevitable
y me
amaste
hasta
que la distancia
se
convirtió en frontera
entre
los dos.
Llegaste,
tomaste todo lo mío
y
desapareciste
en
los recovecos de mi memoria.
No
eras para mí
ni
para nadie.
Ni
siquiera para ti.
Eras de la vida y para la vida.
Eras
el amor
que
viene y se va
como
las olas en esa playa
donde
fuimos
cielo
y tierra, dolor y dicha.
Llegaste
como llegan
las
lluvias en abril...
como si fueran para siempre,
pero un día ya no están.