miércoles, 26 de junio de 2019

Caminar es un placer

Me gusta caminar. Caminar me quita las telarañas de la mente. Caminar es un placer para mí. Bueno, camino despacio, sin afanes, contemplando lo que me rodea. Disfrutando el instante, respirándolo, oyéndolo, dejándome ser uno más en las calles de Bonn, en los caminos de los parques, a orillas de un lago o el Rín. Caminar es rico. Así que, a pesar de los 34 grados de temperatura a la sombra de este mediodía en Plittersdorf, he salido a caminar. Pues mi alma no se soporta estar encerrada conmigo entre cuatro paredes y con las ventanas de par en par. 

He caminado hasta el banco para sacar plata. Qué fácil es sacar plata. Gastársela es aún más fácil. El cajero automático está en la Ubierstrasse, a kilómetro y medio del apto. La sucursal la cerraron porque la mayoría hace todo por internet. Menos yo, que vivo cincuenta años atrás. Qué calor. Dios, qué calor. Este clima no es para estar en la ciudad, sino en la piscina o junto al mar. 

Menos mal que el Edeka está al otro lado del banco y entro en ese paraíso del consumo con aire acondicionado. Una tregua de aire frío me devuelve a la vida. Es que en el calor no se vive, se sobrevive. No hay vez que no compre más de lo necesario. Así que compro tomates, lechuga, aguacates, cebolla, helados, pan y el periódico. Sí, a mí me encanta el periódico impreso. Aunque leo muchos en internet. El placer de sentarse a leer un buen periódico no me lo quita nadie. 

Con la mochila llena me lanzo a desandar las calles hasta la Europastrasse y en lo único que pienso de regreso es que hace demasiado calor, que quiero sentir frío y que extraño Bogotá, esa ciudad a dos mil seiscientos metros de altura en la Cordillera Oriental de los Andes colombianos. Nací para vivir en el frío, no en el calor. 

El sábado iré en la bici a la piscina de Rüngsdorf que está a orillas del Rín a unos tres kilómetros del apto. A nadar. Me gusta nadar, pero nado despacio, muy despacio. Nací para disfrutar de la vida, no para cruzarla afanado sin contemplar el mundo entero que es cada instante. Que los afanados hagan veinte piscinas. Yo también las hago, pero a mi ritmo, soñando poemas, mirando a los demás y sonriéndole a las viejitas que me miran(que deben ser más jóvenes que yo). Me río de mí. Que viejo soy. Pero es que yo salgo a la vida para ver a los demás y ojalá que los demás también me vean a mí.

Qué calor hace, qué solazo, qué achajuane, qué cantidad de agua tomo.
Mañana volveré a salir, pues me gusta caminar.

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